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Acaba de concluir el Festival Internacional de Teatro de Títeres (Titirimundi) que cada primavera tiene lugar en Segovia desde hace 32 años, y que a día de hoy se ha convertido en una referencia mundial en lo que se refiere a las artes de las marionetas. Durante los días de festival, cada rincón de la ciudad acoge y se deja transformar por la llegada de los títeres y sus titereros, que acuden a este espacio mágico desde todo el mundo para dar vida a muñecos de distinto diseño y construcción: títeres de guante, de varilla, marionetas, objetos antropomorfos y sombras; combinando tanto representaciones tradicionales, como montajes de vanguardia.

El festival nace en 1985 de la mano de Julio Michel (León, 1946), que desde entonces dirigió cada edición persiguiendo el objetivo de promulgar el reconocimiento universal del teatro de títeres: una forma de teatro milenario, que sin embargo a lo largo de los siglos se ha confrontado a la amenaza de pasar por un arte marginado, menos considerado tanto por sus practicantes como por el público. El títere es una creación humana casi tan antigua como el hombre, convive con él y podría ser su reflejo, pero es otra cosa, y en esta fractura se radica su potencialidad expresiva. La edición de este año fue dedicada al fundador de Titirimundi, tras su fallecimiento el año pasado, quien se expresaba así acerca de los títeres: «[…]tienen dos características muy significativas: su naturaleza mágica y su prodigiosa libertad de movimientos. Los muñecos son de madera, pero hablan, no tienen piernas y bailan, no tienen alas y vuelan. Los niños, que aún saben interpretar mágicamente su entorno, asumen con naturalidad la condición sobrenatural de los muñecos. Los adultos también aceptan la convención de esa propuesta de juego que permite el diálogo teatral. En esta capacidad de asombrar, en la naturaleza sintética y en el valor simbólico de los personajes, radican los principios básicos y la fuerza de los títeres, una forma teatral de infinitas posibilidades» (fuente).

Los siete cabritillos y el lobo (Beti Alai producciones), estrenada recientemente, es una obra en la que el clásico cuento de los Hermanos Grimm toma forma a través de una deliciosa variedad de títeres de guante. La historia así representada entretiene primero a la niña protagonista: Valentina; (ella misma muñeco gigante) que participa en los acontecimientos a través del relato de su abuelo, único actor en escena. De esta manera, los espectadores se encuentran acompañados adentro de la historia hasta dialogar directamente con los títeres: interactúan con Tilla, la más pequeña y astuta de los cabritillos, el lobo y mamá cabra. La complicidad que se crea hace que se instaure una atmósfera especial que acaba por envolver y fascinar a todo el mundo. Padres y acompañantes observan a los títeres y se adentran en el relato a través de la mirada emocionada de los más pequeños.

Los 7 cabritillos y el lobo

Siguiendo la misma línea de readaptación de cuentos pedagógicos, la compañía Beti Alai está preparando un nuevo espectáculo destinado a la sala principal de los Teatros Luchana, cuyo estreno está previsto para septiembre de 2018. Se trata de Jack y las habichuelas mágicas, un cuento tradicional inglés. En el relato la búsqueda de recursos para proveer una situación de emergencia se une a la aptitud fantasiosa del niño protagonista. El único bien de la familia es una vaca lechera que deja de dar leche amenazando a la madre y a su hijo de pasar hambre, por lo que se le pide al hijo que la lleve al mercado para venderla. Jack elige las habichuelas mágicas de Martinico el Duende en lugar de vender por dinero u otra vivienda el animal, y más adelante en el cuento, trae a casa la gallina de los huevos de oro, en vez que los huevos de oro en sí. La gallina es graciosa y hace que la madre recupere su alegría, reconciliándose también con el hijo. De alguna manera la fantasía se revela el medio propio del niño para entender y moverse adentro de su entorno, y sacar de ello una riqueza que no responde solo a necesidades económicas. Los personajes son proporcionados a la dimensión del escenario en que se irán moviendo: la originalidad de este espectáculo es que lleva a la escena muñecos gigantes, animados por titereros visibles, aunque confundidos con el fondo negro, junto a otros títeres y actores de la escena. La aventura trepidante y los muchos estímulos visuales y musicales harán del cuento una experiencia divertida para pequeños y mayores.

De los mismos creadores, también hay que mencionar Tararí y Tantán, buscando la luna. Desde hace ya mucho tiempo en cartel, se trata de un espectáculo de teatro gestual y musical en el que los niños se dejan transportar por los dos payasos protagonistas al interior de un mundo de fantasía. Aquí también el uso de marionetas gigantes, títeres de varilla, y el encantamiento de la luz negra asume un papel fundamental que sigue conquistando a todo tipo de público.

Tararí y Tantán

Finalmente, la única función específica para bebés en la cartelera y donde un títere hace de protagonista es Una rana en la luna (Zapatos de papel). La rana Nana quiere salir de su lago para ver el mundo desde otra perspectiva, para eso quiere ir a la luna. ¿Qué descubrirá desde allí arriba? El espectáculo juega con los sentidos y las percepciones: luces, colores, sonidos y música, sensaciones táctiles. Niños y acompañantes se sientan en el césped entorno al lago de la rana, a la misma altura de este valiente títere verde, y a la de los otros amigos del bosque: pájaro, tortuga y serpiente, cada uno con su personal forma de moverse en el espacio e expresar su personalidad. La fascinación mágica que tienen esos títeres se lee en los ojos asombrados de los niños, que a su vez contagian este encanto a los espectadores más mayores que aceptan participar al juego.

Una rana en la luna

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