Ya no vivimos el mundo de las apariencias. Aquí y ahora podemos afirmar que todo es lo que parece ser: lo grotesco no se disimula, al contrario, se vuelve virtud, la deformación es evidente cuando se habla de la ética en la política, la ética en la familia o la ética en las relaciones personales, la violencia pretende ser justa, la popularidad es un fin en sí mismo,…
Cualquier construcción hoy se parece más a una ruina. Construimos ruina tras ruina, y en ese paisaje desolado– tan similar a las guerras¬– vivimos con la boca abierta, sorprendidos pero anonadados, incapaces de tomar partido y rebelarnos.
El esperpento adquiere hoy más vigencia que nunca. Todo está deformado, hasta los héroes pueden caer en la agonía de la deformación. Los imbéciles se han vuelto poderosos. Estamos perdidos, entonces, pero siempre queda la esperanza del discernimiento, ¿se puede ver bien a través del culo de una botella? El esperpento, toda una inspiración para entender que estamos perdidos sin nuestra capacidad de distinguir la deformación en el mundo ruinoso que nos ampara.